Las casas que hablaban a los pescadores

Las casas que hablaban a los pescadores

En un lugar costero, al sur de la comarca de la Marina Baja (Alicante), encontramos la ciudad de Villajoyosa —en valenciano La Vila Joiosa (la villa alegre) y, como es allí conocida, simplemente «La Vila»—, municipio de gran atractivo turístico, de tradición chocolatera y marinera, y de difícil acceso hasta bien entrado el siglo XX, ya que la escarpada orografía de su entorno dificultaba bastante esta tarea.

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En La Vila encontramos varios museos de chocolate, como los de las factorías Clavileño, Valor o Pérez, pues la localidad llegó a albergar en torno a treinta industrias dedicadas al procesamiento del cacao.

Pero como la mayoría de municipios costeros, La Vila también se dedicó desde muy antiguo a la actividad pesquera, cuyos trabajadores —los pescadores— erigieron sus casas, cuando la villa comenzó a extenderse a extramuros, en primera línea de playa, hacia finales del siglo XVIII.

En diferentes ocasiones, los trabajadores del mar tenían que pasar varios días fuera de casa, faenando y —según testimonio recogido en la propia ciudad, en noviembre de 2015—, incluso navegaban hasta las Islas Canarias para la pesca del calamar.

Como es lógico, por aquellos tiempos no existían las emisoras de radio ni los teléfonos móviles, aunque estos tampoco resultan de utilidad hoy en día —a no ser que operen con señal satelital—, a bordo de una embarcación pesquera que faena a varias millas de la costa, ya que solo los grandes barcos vacacionales (cruceros) disponen de antenas repetidoras para ofrecer cobertura móvil y, según parece, a una tarifa que determina la propia compañía de vacaciones.

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En cualquier caso, si nos remontamos a la época en que los pescadores vileros —y los de cualquier otra parte del mundo— no disponían de los avances tecnológicos actuales, podemos imaginar cuan incomunicados se debían sentir, cuando debían estar una larga temporada fuera de su hogar para traer el sustento necesario.

A su regreso a La Vila o, tal vez, de pasada frente al municipio pero sin previsión de volver pronto, los marineros observaban desde la lejanía la fachada de sus correspondientes casas, las cuales habían pintado, cada uno, de un determinado color, diferente al de las casas inmediatamente adyacentes.

En tierra, en función de los sucesos que pudieran haber acaecido a la familia de un determinado pescador, en su correspondiente fachada se colocaban diferentes telas u objetos para transmitir un mensaje concreto.

Por ejemplo —según testimonio recogido en noviembre de 2015 en La Vila—, para indicar que alguien de la familia había fallecido, se colocaba una sábana blanca y, así, desde la lejanía el pescador podía conocer la noticia —aunque, tal vez, sumido en una profunda incertidumbre—.

Casas colgantes de Villajoyosa.

De este modo, las casas de La Vila Joiosa y de otras partes del mundo, han hablado desde antaño a sus propietarios, como en la isla veneciana de Burano (Italia), en la cual los pescadores pintaban sus casas para identificarlas en jornadas de espesa niebla.

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No hay mucha información, en Internet, sobre el caso de La Vila. Si eres vilero/a o si conoces más acerca de la metodología antaño utilizada para enviar mensajes a los pescadores, por favor, compártelo más abajo en los comentarios, al final de esta página.

Enlaces de interés:
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Estos y otros datos interesantes se recogen en el libro Paseos con historia por la costa de Alicante, disponible online y en librerías.

6 comentarios en «Las casas que hablaban a los pescadores»

  1. Parte de mi familia es de la Vila (además familia de pescadores) y siempre me habían contado historias similares a estas. La que más prevalecía era la de reconocer la casa o mandar mensajes rápidos, aunque también había oído lo del sobrante de pintura. Por curiosidad también decir que la mayoría de esas casas tienen una puerta delantera y otra trasera para que, en los días de temporal, el agua corriera de un lado a otro y evitar males mayores.

  2. Todos mis antepasados fueron marineros de la Vila,mi abuelo contaba que los colores surgieron por casualidad,sin ninguna intención. Cuando las barcas entraban al Varadero a reparar,se pintaban también de colores vivos,y con las sobras se pintaban las fachadas de sus casas.
    Después y desde el mar, la veían rápidamente porqué era del mismo color que la barca.Eso es lo que he escuchado siempre, supongo que habrán mas versiones. Yo me quedo con esta por ser muy creíble y sobre todo porqué me la contó mi abuelo.Un saludo

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