El abordaje berberisco de Ifach

La costa mediterránea peninsular fue objeto de numerosas incursiones berberiscas en el pasado, lo cual motivó la construcción de diferentes torres de vigilancia, a partir del siglo XVI, para alertar de ataques y posibles amenazas procedentes del mar.
Los piratas norteafricanos, quienes también asaltaban a multitud de naves en altamar, no cesarían su actividad hasta principios del siglo XIX, a raíz de diferentes acciones ofensivas llevadas a cabo por países como Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña.
La obra de Francesc Martínez i Martínez
En aguas de Calpe (Alicante) y, más concretamente, junto al peñón de Ifach, tuvo lugar un curioso enfrentamiento entre piratas y calpinos, lo cual relataba el folklorista alteano Francesc Martínez i Martínez bajo el título de «Primer la mort que renegar», incluido en su obra Coses de la meua terra, publicada en el año 1912.
Toda su obra resulta más que interesante, no solo por la basta cantidad de tradiciones, leyendas, relatos y demás materias que consiguió reunir a lo largo de su vida, sino también por el aspecto lingüístico, ya que escribía la mayoría de sus textos en su valenciano natal, lo cual revela la forma en que este idioma era hablado en Altea (Alicante) —y otros pueblos de la comarca de la Marina Baixa— entre la segunda mitad del siglo XIX y primera del XX.
Versión adaptada en castellano
Se expone, a continuación, una adaptación traducida del citado relato y, más abajo, el texto completo tal como Martínez lo escribió en su particular valenciano:
Cuentan, mis queridos paisanos, que cuando los moros visitaban más de lo conveniente nuestro país había, en Calpe, un buen señor cura, aunque infeliz.
Celoso cumplidor de su tarea, todos los domingos, en la misa mayor, explicaba el Santo Evangelio a sus feligreses, acabando el sermón con la misma encomienda: «Mirad, hijos míos —decía—, si por desgracia Dios permitiera que tuvierais la mala suerte de que los moros os capturasen, no flaqueéis en la Fe de Nuestro Señor Jesucristo, que las mazmorras no os asusten: ¡Antes la muerte que renegar!, pues más vale ser mártir e ir al cielo, que vivir y después condenarse. ¡Antes la muerte que renegar!».
Este no era solo el final de los sermones evangélicos, sino que también lo era en los sermones de las fiestas y hasta en las conversaciones personales.
Tan querido era el señor cura en el pueblo, sin distinción de clases, que por todos era obsequiado, especialmente por los más acomodados, quienes no hacían cacería o paella a la que no le invitasen.
Por eso, no le extrañó al cura que un día le dijeran aquellos ricos: «Señor cura, madrugue mañana y diga la misa de cazadores para irnos de pesca al peñón de Ifach, de buena mañana, y así tener tiempo para coger erizos que, como ya han comenzado las calmas de enero, ahora se cogen de los más grandes, así que no se olvide de su navaja».
Contento como una Pascua, prometió hacer lo que le pedían, así como acompañarlos, lejos de pensar la encerrona que le tenían preparada.
Aún no había rompido el alba cuando, por uno recitada la misa y por otros atendida, se embarcaron el señor cura y sus compañeros, poniendo proa a la punta de Ifach.
En la conversación con la que se entretenían, se le ocurrió a uno decir: «¡Ojo, que si detrás del peñón hubiera alguna barca de piratas…!». Presuroso dijo el cura: «Ya sabéis, hijos míos, lo que siempre os digo: «¡Antes la muerte que renegar!»; pero dejaos de historias y no nombréis a los moros… No hacen falta».
Apenas la barca de los calpinos había traspasado la punta del peñón cuando, con gran sobresalto, vieron que uno por babor y otro por estribor, dos botes cargados de moros, armados con trabucos y alfanjes, venían hacia ellos armando un gran griterío.
«¡Estamos perdidos!» decían unos; otros: «¡Nos matarán!»; había quien se encomendaba al Santo Cristo o a la Purísima. Todos suplicaban menos el cura quien, medio encogido y más muerto que vivo, callaba por no quedarle ni voz…
Terrible fue el momento en que, abordados ya, un robusto moro, cogiendo por el hombro al cura, levantó su alfanje con ademán de degollarlo. Cruzadas las manos y medio arrodillado el cura, con voz angustiada, dijo: «Señor moro, no me mate, que yo renegaré».
La carcajada que soltaron todos, moros y cristianos, fue la que le devolvió el alma al bendito cuerpo del cura quien reconoció, bajo la vestimenta mahometana y barbas postizas, a sus feligreses.
De más está decir que jamás en su vida volvió a decir: «¡Antes la muerte que renegar!».
Tal suceso es el origen de la frase que, con frecuencia, en la conversación y cuando la oportunidad lo requiere, se alude tal que así: «Como el cura de Calpe: «Señor moro, no me mate, que yo renegaré»».
Texto original de Francesc Martínez i Martínez
Conten mos volguts coterrans que llavonses, quant els moros visitaven mes á menut de lo convenent nóstre país, havía en Calp un senyor Retor, molt bón capellá y millor persona, pero demés infeliç. Celos cumplidor en son ministeri, tots el dumenges, en la missa major, esplicava’l Sant Evangeli á sos feligresos, acabant la plática ó sermó ab la mateixa encomanda: «Miréu, fills meus —día,— si per desgracia Deu permitira tinguereu la mala sórt de que’Is moros vos captiuassen, no flaquegéu en la fe de Nóstre Senyor jesucrist; que les maixmorres no vos assusten; ¡primer la mórt que renegar!; pues mes val ser mártir y anaral cél, que viurer y después condenarse. ¡Primer la mórt que’renegar!, vos torne á dir».
No sòls era este’l fí de tots els sermóns evangèlichs, si que també’ls de les festes, y hasta remat de les conversacións particulars; lo de ¡antes la mòrt que renegar! no se li quea may de la boca.
Molt volgut este bòn Retor per totes les persones del pòble, sense distinció de classes, era de tots obsequiat, especialment per els més acomodats, que ninguna caçera ni paella feen que no’l convidaren; per aixó no li estranyá’l que un día li digueren aquells richs: «Senyor Retor, matinege demá y diga la missa de caçadors, pera anarmon d’asambra allí de llá Ifach, de bòn matí, y tindrer próu temps pera fer pegelines, pues com ya han començat les minves de Jiner, ara s’ en agarren de grans; que no ‘s deixe la navaixeta». Content com una Pascua promete ferho com li hu demanaven, y també’l acompanyarlos, molt llunt de pensar el jasco que li tenien preparat.
Encara no rallava l’alba, quant ya per ú dita la missa y per els atres oída, s’embarcaven Retor y companys y posaven pròva á la punta d’Ifach. En la conversa ab que s’entreteníen se li va ocurrir á ú dir: «¡Miréu que si darrere’l penyó havera alguna barca de pirates!» Molt presurós digué’l Retor: «Ya sabeu, fills meus, lo que sempre vos dich: ¡primer la mòrt que renegar!; pero deixevos de raons y no nomeneu als morets… no fan falta…».
Apenes la llangeta dels calpins havia boltejat la punta de la penya, quant ab gran sobressalt es vegueren que uno per babor y atre per estribor, com á saetes, dos bots carregats de moros, armats de trabuchs y alfanjes, cap á ells veníen cridant ab una algaravía del dimòni. «¡Perduts som!» —dihuen uns dels de Calp; atres: «¡mos matarán!»; algún s’encomanava al Sant Cristo, qui á la Puríssima xiqueta; tots sumicaven; sòls el Retor, mig arropit y mes mòrt que viu, callava, per no quedarli ni veu… Terrible fon el moment en que, abordats ya, un moròt, agarrant per el muscle al Retor, alçá l’alfanje com pera tallarli el còll. Creuades les mans, mig agenollat éste, ab veu angustiosa, digué: «¡Senyor mòro, no’m mate, que yo renegaré».
Una carcallada que soltaren tots, cristians y mòros, fon la que li va tornar l’ánima al cos al benehit capellá, que conegué, baix la vestimenta mahometana y barbes postices dels sarrains, á sos feligresos.
Per demés está consignar qu’en sa vida torná á dir: «¡Primer la mòrt que renegar!»
Tal soçuit es l’orige de la frasse que, ab frecuencia, en la conversació, quant la oportunitat ho demana, s’ aduix de: «Com el retor de Calp; ¡senyor mòro, no’m mate, que yo renegaré».
Ilustración principal: La bendición de la barca – Sorolla (1894).
Enlaces de interés:
Leyendas de Calpe: la calpina que evitó la catástrofe.
Peñón de Ifach: ruta, historia y cómo llegar.
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